lunes, 10 de diciembre de 2007

Y la libertad de expresión?

Se calló al pueblo, cuando el día lunes después de inmensa manifestación, el pueblo boliviano se pronunció frente a Palacio de Gobierno. Radio Panamericana no emitió el programa: “La Voz del Pueblo”, argumentando que no lo hacían para sumarse al” clima de pacificación” que necesita el país.
Creo que todos estamos de acuerdo que necesitamos paz, que se calmen los ánimos. Sin embargo, callar la “Voz del Pueblo” cuando hay tantas cosas que decir en estos momentos, es casi como hacerse al loco en la calle cuando uno mira que alguien le está pegando a su mujer, o cuando uno ve niños pidiendo limosnas, o como cuando uno mira para otro lado para no ver los ancianos en la puerta de la catedral.
Resulta más cómodo mantener silencio, pretender que todo esta bien, mostrar las apariencias, ante las amistades y la comunidad internacional, mejor estar calladitos para no molestar al amo, no vaya a ser que nos vaya a nalguear, mejor evitar la política en la mesa familiar, mejor no pensar.
Bueno, pero el pueblo piensa, el pueblo sabe, el pueblo tiene memoria, fuerte como su cultura y sus tradiciones, el pueblo se da cuenta, a pesar de los intentos del amo de manejar sus cerebros con películas costosas en efectos especiales y efectos adormecedores, pero pobres en arte y valores humanos, a pesar de los informativos que muestran “la veracidad, el equilibrio, la equidad, la libertad”, cuando en realidad muestran lo que es conveniente para la élite, al final de cuentas los dueños de esos medios son parte del compadrerío no? Junto a terratenientes, grandes industriales, empresarios emprendedores, banqueros, fabricantes de armas, socios de trasnacionales, fabricantes de información.
Y parece razonable, que esta gran confraternidad se unan para pensar cómo hacer que no se les quite lo que tanto sudor han ganado, con el sudor de exprimirle al estado, exprimirle al territorio, a la gente, al pueblo.
Para defenderse unen fuerzas, y los ganaderos ocultan su carne, los empresarios ocultan su arroz, los dueños de los medios le ponen su sazón con noticias agrandadas sobre la inflación.
Además recurren a sus portavoces en comités cívicos, partidos políticos, analistas, cardenales, prefecturas, para que opinen, llamen a la reflexión, analicen, condenen, a un proceso de transformación que no les conviene, una transformación que les bajaría de su pedestal. A través de sus compadres del senado, se niegan a aprobar leyes que les afectan, como la de la investigación de fortunas, o la que les daría a los ancianos una ayuda en su vejez. Un senado que propone sesionar en otro sitio, porque las presiones populares no les pueden obligar a aprobar leyes para el bienestar de la población, tendrían que sesionar en Estados Unidos o en la Luna, porque en Bolivia donde quiera vayan escucharán la voz del pueblo que les demanda justicia.
Recurren a sus analistas para crear apariencias de equilibrio en la información, entre los compadres arman un set de discusión e invitan a alguien del oficialismo para que su versión, mientras ellos aturden, apabullan, cuestionan alevosamente que se juega con su pelota, atenidos a sus nuevos conceptos de información que tergiversan, mutilan la realidad, la deforman y la hacen comestible, tragable para la clase bien informada, las personas cultivadas, los profesionales, los pañuelitos blancos, los jóvenes empresarios, los que quieren surgir o al menos eso es lo que las películas les han contado.

Encuentran viejos rencores, inventan banderas por las que luchar, arengan a sus ahijados, a sus criados, para que defiendan lo que la colonia y Dios les ha dado, empujan, pagan a mercenarios, para defender la Capitalia, argumento rápidamente transformado en bandera por un pueblo manipulado por los medios. Un pueblo que sin saberlo sale a las calles defendiendo a las trasnacionales, a los patrones, al amo.

El pueblo luchó por conquistar la Asamblea Constituyente. Sin embargo, los patrones usan sus fichas políticas para impedir un mejor futuro para la mayoría del pueblo.

Los universitarios escupen a los constituyentes indígenas, y si recorremos dos o tres generaciones descubriríamos que tienen abuelas de pollera, han olvidado sus raíces, lo que son, lo que fueron. Será que insultar a un indígena nos hace más blancos, o golpearlos con un bate de baseball nos hace más gringos?

RESISTENCIA HERMANOS

Vivimos en el planeta una etapa de terrorismo. Pero no es el terrorismo que se muestra en las películas de Rambo, donde los villanos usan turbantes.
Es el terrorismo que se impone a través del miedo, del conformismo, y podríamos también decir con certeza del hipnotismo.
En Bolivia la derecha se hace violenta al ver que una mayoría del pueblo boliviano se une y levanta su voz frente a la opresión de nuestros pueblos. Se torna violenta. Empezaron escupiendo e insultando a los asambleístas indígenas, y hoy apalean, saquean, incendian.
Es la reacción de una oposición que a falta de argumentos para discutir, y al no poder tapar el Solazo con un meñique, reacciona violentamente y muestra las fauces.
Una parte de la población, de los departamentos más ricos y “desarrollados”, se siente afectada. La nueva constitución dice que no se pueden poseer más de 5.000 o 10.000 hectáreas, cifra que será definida por la población en un referéndum. Pero para ellos miles de hectáreas no son suficientes, necesitan más dinero, talar más árboles, sembrar más, exportar más, gastar más, más moda, más vacaciones en Miami, más glamoure, más , más .
El problema es que en Bolivia, la mayoría no puede acceder a ese mundo que ofrece la televisión. Y lo que hace es soñar que algún día puede conseguir el sueño del primer mundo. Lo globalizado, los mismos sueños, los mismos deseos, las mismas necesidades, las mismas pesadillas.
La televisión ha cuadriculado la mente de las personas, las ha programado. Solo hace falta abstraerse un poco de la “realidad” y analizar los programas, las noticias, el entretenimiento que fabrican las grandes cadenas televisivas.
Están convirtiendo al ser humano en una máquina de consumo, inerte, acrítica, conformista, superficial, idiota.
La gente parece no reaccionar cuando en nuestra plaza principal se agreden nuestros derechos cuando la Coca Cola envuelve con plásticos nuestros árboles y llena de foquitos y una músiquita envervante la tranquilidad de nuestra plaza. A la gente ya le parece normal, que nos impongan este sello imperialista, parece no importarle, tienen la mente colonizada.
Pero no todos. En el continente se levantan voces revolucionarias, se escuchan los ecos de los abuelos, los gritos de rebeldía ante un sistema que pretende transformar la vida en mercado. Los pueblos despiertan, la Madre Tierra esta con nosotros. Por la vida.